Free Solo, película documental de National Geographic dirigida por Elizabeth Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin, narra una de las hazañas más impresionantes que ya forman parte de la historia de la escalada: la ascensión de Alex Honnold en solo integral de la vía Freerider en El Capitán, una de las paredes más espectaculares del valle de Yosemite de 900 m de implacable granito.
El Capitán es, además, un símbolo de la historia de la escalada en el mundo. Sus metros de granito han sido el centro de históricas ascensiones y del incansable empuje de escaladores que, como Alex Honnold, han querido dar un paso más explorando y traspasando lo límites de lo posible para su época. Lo de Alex Honnold es sin duda, un extraordinario hito en la historia del valle y de la escalada.
El documental hace un retrato íntimo y cercano de Alex Honnold, una persona que no es como las demás. Alex «no big deal» es un personaje extraño y entrañable, casi hermético. Con una respuesta al miedo distinta a la del resto, gestiona el riesgo y el peligro con una calma que los demás no logramos entender.
El recorrido mental y físico del protagonista está perfectamente narrado durante toda la película: su motivación, sus dudas, su relación con los demás, la preparación física y el trabajo en la vía hasta tener cada secuencia y movimiento perfectamente matizados. Todos estos detalles, testimonios y reflexiones van creando un estrecho vínculo entre el espectador y el protagonista, su entorno y la propia vía que consigue que el espectador conecte con la grandeza de ese hito en la escalada.
El documental también plantea ciertas cuestiones en cuanto a la legitimidad ética del documental. ¿Y si después de todo no va bien? ¿Y si Alex comete un error y cae al vacío? ¿Escalaría el Capitán sin cuerda si no se rodara un documental sobre ello? ¿Hasta qué punto es una decisión libre y personal del escalador y no un acto motivado por cierto compromiso? ¿En qué medida contribuimos a este riesgo como espectadores? Todas ellas son cuestiones sobre las que tanto los cámaras como Alex reflexionan durante la película. Como espectador, quizás le queda a uno un sabor agridulce: entre la euforia y la emoción de haber presenciado algo increíble, queda un regusto triste… a todos nos gusta Alex Honnold y no queremos que se vaya.